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Haiti-Sismo : Resiliencia

Por Ana Belío Chesa [1]

Transmitido a AlterPresse el 4 de abril de 2010

El día 12 de enero del año 2010 me encontraba en Haití ya que estaba llevando a cabo un proyecto que consistía en montar un Centro de Investigación y Asistencia Psicosocial. El proyecto ya estaba en su fase final pero el seísmo del día 12 hizo que se produjera una pausa. Los proyectos no se han suspendido pero si que se han dibujado unos nuevos tiempos de aplicación.

Después de un mes y medio he vuelto a Haití a llevar ayuda a los damnificados del Municipio de Miragoâne. Este Municipio nos solicitó medicamentos y kits de supervivencia (tiendas de campaña, sacos de dormir, toallas, esterillas,,,,). Y también pelotas de fútbol y de básquet. Fuimos de los primeros en llevarles ayuda y la recibieron eufóricos, agradecidos… Pues después de un mes y medio; casi nadie se había realmente ocupado de atenderles, de preguntarles lo que necesitaban. Según “los que tomaban las decisiones”, los damnificados de Miragoâne parecían no necesitar tanto. Nosotros, con nuestra pequeña contribución, ayudamos a reducir las enormes necesidades que constatamos.

Cuando volvíamos hacia la capital, Puerto Príncipe, después de haber entregado la ayuda, nos encontramos, poco después de Petit-Goâve, con un asentamiento de unas 1500 personas más o menos que estaban en unas condiciones mucho peores. Al ver la cantidad de niños desatendidos que corrían por el campamento y que se amontonaban cerca de la carretera, quisimos pararnos un segundo. En seguida nos rodearon pidiéndonos ayuda. La situación era grave: no tenían agua potable, ni agua para ducharse, ni letrinas, comida, tiendas para dormir, algo para guarecerse, ropa para vestirse, luz… Los niños tenían problemas en la piel, las madres te pedían ayuda, la que fuera, la que le pudieras dar y los hombres, los jóvenes, se sentían impotentes ante la situación que tenían delante. Y yo me preguntaba dónde estaba toda esa ayuda internacional de la que hablaban en las diferentes cadenas de televisión de todo el mundo. Sería importante que esta ayuda encontrara los cauces para que se pudiera distribuir sin que la gente que no está viviendo en la capital tenga que pasar también por este tipo de calamidades después de lo vivido hasta el momento. Pero no es sobre esto sobre lo que les quiero hablar, sobre lo quiero llamar su atención.

Observando a la gente, en las distintas poblaciones del país, me doy cuenta de la gran cantidad de ayuda que necesitan. Creo que ni ellos son conscientes de la ayuda que necesitan. Pero no me estoy refiriendo únicamente a ayuda en canalizar el agua, en hacerla potable, en tener luz, una casa, escuelas, hospitales, iglesias, zonas verdes y lúdicas donde jugar, unas infraestructuras, una reconstrucción… No, me estoy refiriendo a la ayuda Psicológica, la cual es aun más importante que todo lo anterior después de una catástrofe de tal magnitud.

Estaba en Haití y pensaba en el concepto que empleamos los psicólogos para definir este tipo de situaciones después de una catástrofe: síndrome postraumático, duelo… pero yo creo que tenemos que pensar en un concepto que nos transmita vibraciones positivas, que nos ayude a afrontar las cosas desde lo positivo: resiliencia. Pero expliquemos un poco a lo que nos vamos a enfrentar, o mejor dicho, lo que ya está sucediendo desde el seísmo. Y hagámoslo desde el concepto que les explicaba anteriormente: la resiliencia.

¿Qué es la resiliencia? Término que psicológicamente define a las personas que tienen la capacidad de sobreponerse a tragedias o períodos de dolor emocional. Si tenemos una personalidad resiliente podremos, incluso, salir fortalecidos de esas situaciones problemáticas ya que las podremos afrontar con la serenidad necesaria para aprender de ellas.

Boris Cyrulnik, neuropsiquiatra francés, establece que el periodo de adquisición de la resiliencia se adquiere en la infancia cuando se da una relación segura y amorosa con la madre. Más tarde existen otros vínculos que nos ayudarán a fomentar nuestra resiliencia personal.

Es necesario establecer esta introducción para poder entrar de pleno en el concepto “resiliencia”. Y existen tantas cosas que nos pueden provocar dolor emocional que sería difícil poder enumerar todas ellas. Por eso, si os parece, nos vamos a centrar en una sola pero tomando ésta en su máximo esplendor: “el compromiso”.

El compromiso implica asumir una serie de obligaciones:

- laborables (tendría que ser indiferente que trabajáramos por cuenta ajena o por cuenta propia, verdad? Nuestra motivación, nuestro compromiso tendría que ser el mismo.

Nuestra respuesta tendría que ir orientada hacia un alto rendimiento, disponibilidad horaria, movilidad geográfica, espíritu de sacrificio y si además tenemos la suerte que trabajamos en aquello que nos gusta, gozaremos en nuestro trabajo e intentaremos ir superándonos a nivel personal lo que seguramente nos proporcionará éxito económico y social. ¿Por qué entonces no comprometernos de la misma manera y por igual?,

- sociales (Nuestros compromisos sociales no únicamente se ciñen a nuestros amigos, a tomar unas copas, a salir por la noche… es decir, a una parte lúdica y más superficial.

Impera o tendría que imperar un compromiso social como persona, como ciudadano que vive dentro de una colectividad y que le preocupa su entorno inmediato y el entorno social en el cual está enmarcado: la tercera edad, los más necesitados, los sin techo, el consumo responsable, la contaminación, la falta de conciencia ecológica y, tantas otras cosas más…

Eso significa que no es válido decir: “lo que yo haga no tiene importancia, no voy a conseguir nada yo solo”. Soy insignificante. Porque no es cierto. Las actitudes individuales si que tienen importancia. Tenemos unas obligaciones con nuestro entorno, con el resto de las personas que nos rodean, con el medio ambiente. A pequeña escala, podemos hacer muchas cosas, un grano de arena tras otro forma una montaña. Por lo tanto, nuestros compromisos, los que decidamos asumir y comprometernos sí que tienen su fruto y sus consecuencias en el caso de que as incumplamos. Los compromisos se llaman así porque implican una obligación),

- familiares y/o de pareja (Es un mundo complejo, difícil y donde se da el nivel mayor de exigencia. Exigimos a la otra parte aunque nosotros a veces no correspondamos con la misma intensidad y calidad de lo recibido. Y es porque interviene de manera directa el corazón, las emociones y no siempre rige, por suerte, la razón. Qué poca pasión habría sino nos dejáramos llevar en algunos momentos en nuestro ambiente familiar e íntimo. Y muchas veces esto nos puede traer desilusiones y decepciones porque dejamos de pensar con la cabeza y lo hacemos con el corazón y éste nos diseña una imagen ideal, fantástica, de cuento de hadas….

Una amiga me decía una vez, en estas conversaciones que solemos tener las mujeres cuando nos reunimos, que los príncipes azules no existen, que los hombres como las mujeres no somos perfectos y que hemos de intentar en todo momento ver el lado positivo de las cosas. Y que uno no puede buscar siempre la perfección y no sólo buscarla sino exigirla a tu pareja. Y es cierto, pero a quien no le gustaría tener a su lado a una persona atenta, cariñosa, comunicativa, colaboradora, sociable, buen/a amante, honesta, sincera, protectora, generosa, honrada, trabajadora, sin cambios de humor ni altibajos emocionales…. Y además que siempre mantuviera un pensamiento positivo ante la vida, de esta manera no tendría que recurrir a la resiliencia porque no habría dolor emocional pero tampoco habría crecimiento personal.

Pero ahondemos un poco más en alguna de ellas y centrémonos en el tema del artículo: resiliencia y desastre.

La intensidad del impacto Psicológico ante una situación de Desastre está condicionada por la magnitud del mismo en lo que respecta al grado de destrucción, el número de muertos, la intensidad y duración del desastre; sin embargo los estudios revelan que la reacción inicial frente al desastre es un estado temporal de Shock emocional, durante el cual las personas actúan con aturdimiento, confusión y desorientación, éste estado puede persistir durante minutos u horas.

Si la magnitud del desastre es de proporción y grave peligrosidad puede desencadenarse una reacción de pánico, el cual se define como un estado psicológico de miedo intenso que produce una desintegración de la personalidad, perdiendo toda capacidad de razonamiento lógico que puede llegar a una total desintegración psicótica; reaccionando con una inhibición o parálisis de la función motora en la cual la persona no se atreve a moverse, o bien la reacción puede ser de intensa agitación psicomotora como un mecanismo de huida, que por el hecho de ser desorganizada reacciona en forma contraria a lo que haría una persona normal, que le puede llevar a la muerte ante el peligro amenazante o al suicidio

En general, la conducta humana ante el desastre parece ser susceptible de adaptación, la gente actúa más bien en busca de protección para si misma que en una firma irracional que solamente redundaría en un aumento del peligro. Es frecuente que aflore un sentimiento de solidaridad, incluso muchas de las operaciones de rescate son gestionadas por las propias víctimas

Los desastres naturales son situaciones traumatizantes o aterrorizantes que pueden acontecer en la vida de los niños. Los niños, generalmente, no llegan a entender lo que está sucediendo y se sienten confusos, angustiados y asustados. Creen que la catástrofe puede volver a repetirse, pueden ser golpeados y morir, creen que pueden perder a sus padres o a uno de ellos, en algún momento, sienten pavor a quedarse solos, a ser abandonados. Los padres les transmiten seguridad, cariño, les proporcionan alimentación, les atienden en sus cuidados…. Por eso, el niño se aterroriza al tomar los temores de sus padres como prueba de que el peligro es verdadero y como consecuencia puede llegar a quedar plagado de temores sin base real. Por eso, es fundamental que una vez que ha pasado el peligro, las padres cambien el rol, su manera de comportarse. Porque son ellos los que tienen que atender a sus necesidades emocionales, son ellos los que comprenden sus temores emocionales y las angustias que están experimentando.

Aunque existen diferentes teorías, la mayoría de los autores coinciden que se puede hablar de tres fases: la fase anterior al impacto, la fase del impacto y la fase posterior al impacto. Y es aquí donde nos hemos de centrar. Es aquí donde el individuo afronta su problemática en un medio que ha cambiado en uno o varios aspectos significativos. Lo experimentado no es algo fácil de superar, tiene su proceso de curación y a éste se le ha de dar un tiempo. Cuando ha cesado el peligro, las personas pueden pensar que la situación puede volverse a repetir, el recuerdo los atemoriza, la experiencia la viven cada día como sino no hubiera dejado de pasar. El periodo postraumático puede durar toda la vida y fijarse como lo que se conoce como “neurosis postraumática” es aquí donde hemos de trabajar para que esto no ocurra. Las personas han de comunicar sus sentimientos, han de expresarlos, han de poder verbalizar lo ocurrido y llorar, reír, lamentarse, maldecir… Todo ello son sentimientos que ayudan a aflojar la tensión, pero también a compartir sus experiencias con otras personas y que vean que sus sentimientos son normales, que no son débiles, que es normal que se sientan así

Una manera de poder ayudar a los niños por parte de los padres sería:

-  es importante que la familia se mantenga unida. Esto infunde confianza a los niños

-  el niño necesita seguridad que proviene tanto de la palabras como de las acciones de sus padres

-  los padres deben escuchar lo que los niños dicen acerca de sus temores y sus sentimientos

-  los padres deben darles las explicaciones de lo que ha sucedido de la mejor manera posible, haciéndolo comprensible y adecuada al lenguaje de los niños.

Los niños, después de una catástrofe de tal magnitud pueden hacer regresiones; mojar la cama, tener pesadillas, tener dificultad para conciliar el sueño, problemas a la hora de comer, chuparse el dedo, no querer ir a la escuela, no querer separarse de sus padres…Estos son signos normales, no han de suponer miedo o preocupación en los padres, en la mayoría de los casos, estos signos son de corta duración y forman parte de la expresión que tiene el niño para manifestar su angustia. La aceptación de esto por parte de sus padres les hará sentirse bien, les reconfortará y les dará seguridad y minimizará al máximo el proceso de angustia de los niños haciendo que retroceda al máximo el proceso de angustia en los niños.

El compromiso y el esfuerzo es importante y necesario. Merece la pena.

Barcelona, marzo de 2010


[1Psicopedagoga
Formadora de formadores