Análisis y comentarios
Por Wooldy Edson Louidor
Puerto Príncipe, 27 oct. 06 [AlterPresse] --- Hechos violentos ocurridos muy recientemente dentro y alrededor de barrios de la Capital haitiana Puerto Príncipe considerados como zonas de no derecho, tales como Cité Soleil, Bel Air y Sans Fil, contrastan con las declaraciones de la Policía Nacional de Haití (PNH), del actual Gobierno y de la Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización de Haití (MINUSTAH) que aseguran que las fuerzas del orden tenían el control de esos barrios.
Estos hechos vienen a actualizar, en el contexto de la inseguridad reinante desde hace dos años en Haití, sobre todo en Puerto Príncipe, un gran debate en el país acerca de si es necesario crear una fuerza de orden a carácter nacional para sustituir a mediano o largo plazo a los cascos azules de la MINUSTAH y complementar la PNH en la instauración del orden y la seguridad, y qué tipo de fuerza : ¿Una nueva Gendarmería nacional o las antiguas Fuerzas Armadas de Haití ?
Hechos violentos recientes, catalizadores del debate
Era de noche, un grupo de delincuentes armados llegó a la Calle Tiremasse ubicada entre dos barrios populares de no derecho, Bel-Air y Sans Fil, en el corazón de la Capital haitiana. Esos bandidos mataron a sangre fría a 7 personas e hirieron a 18 a modo de represalias en contra de los habitantes de este barrio que los habían expulsado de ahí por su participación en la “Operación Bagdad”, nombre dado a la campaña de violencia y terror organizada por los partidarios del ex presidente Jean-Bertrand Aristide derrocado en 2004 y actualmente exiliado.
Esta masacre ocurrió el jueves 12 de octubre del 2006 entre dos barrios que parecían haber dejado de ser, unos meses antes, zonas de no derecho y cuyos habitantes están ahora solicitando urgente y desesperadamente la presencia y la protección de las fuerzas del orden por miedo a un eventual regreso de los bandidos armados.
Una semana después, el jueves 19 de octubre, la inseguridad ha vuelto a instalarse en Cité Soleil, el barrio popular más grande y considerado como el más “peligroso” de Puerto Príncipe, cuando de repente se desataron enfrentamientos armados entre los cascos azules de la MINUSTAH y grupos armados dejando un saldo de cinco muertos, según los testimonios de los habitantes de la zona.
Este incidente viene a romper la tregua entre las fuerzas del orden, que habían supuestamente controlado el barrio, y los grupos armados, de los cuales varios habían entregado voluntariamente sus armas a cambio de beneficios prometidos por el actual Gobierno en su Programa denominado Desarme, Desmantelamiento y Reinserción.
Los términos del debate
Estos dos hechos violentos, entre otros, han mostrado con elocuencia el círculo vicioso en el que están cayendo las fuerzas del orden en la pacificación de los barrios de “no derecho”, el carácter efímero de sus resultados en la lucha por la seguridad y la vigencia del llamado de la población civil a las fuerzas del orden para ser más presentes y activas no sólo en barrios populares de Puerto Príncipe sino en toda la Capital haitiana y en el país entero ; pues, los delincuentes armados se mueven y cambian constantemente de planes y estrategias para mejor desestabilizar, aterrorizar, matar y destruir.
También estos hechos han invitado a la sociedad a formular preguntas sobre la eficacia real de la MINUSTAH y la PNH para estabilizar y establecer orden y seguridad en todo el territorio nacional : ¿Qué pasa con la estrategia de seguridad elaborada y ejecutada conjuntamente por ambas para defender a la población civil en contra de los grupos de delincuentes pesadamente armados que siembran terror, realizan secuestros, controlan algunos barrios de la Capital haitiana y tienden a expandir sus fechorías en otras zonas de la Capital y en otras ciudades del país ? ¿Realmente las fuerzas actuales del orden pueden neutralizar a estos grupos armados y a otros todavía más crueles y especializados en el crimen organizado que vendrán, ya que los líderes de estos grupos reclutan cada vez a más niños, niñas y adolescentes a los que arman e integran en “las bases” y en las “operaciones” sangrientas ? ¿Algún día la sociedad haitiana gozará de su derecho a la seguridad si se sigue manteniendo sólo a estas dos fuerzas del orden ?
Sectores de la sociedad haitiana, autoridades gubernamentales y estatales y parlamentarios son casi unánimes para reconocer que los esfuerzos conjuntos de la PNH y de los cascos azules de la MINUSTAH en su lucha por estabilizar el país y establecer la seguridad en todo el territorio, desde hace dos años, no bastan y que hace falta otra fuerza del orden a carácter nacional para sumarse profesional y especializadamente a esta lucha. Ahora el segundo término del debate estriba en qué tipo de fuerza se necesita : ¿La creación de una Gendarmería nacional o el restablecimiento de las Fuerzas Armadas de Haití ?
Muchas euforias emocionales, pocos argumentos racionales
Al regresar al poder el 15 de octubre del 1994 luego de haber sido destituido por golpistas militares y exiliado durante tres años (30 de septiembre del 1991-15 de octubre del 1994), el presidente de entonces Jean-Bertrand Aristide escoltado por marines americanos y acompañado por la Comunidad internacional planeaba destituir a las Fuerzas Armadas de Haití sustituyéndolas por una fuerza policíaca ; lo que realizó en 1995 con el apoyo de los cascos azules de la misión de la ONU que se llamaba en aquel tiempo Misión de las Naciones Unidas para Haití (MINUHA).
La institución armada haitiana, según Aristide y sus partidarios que representaban más del 70 % de la población, servía sólo para contrarrestar los procesos democráticos, dar golpes de estado y perpetuar la dictadura y todas sus consecuencias desastrosas para el pueblo y el país. Por eso, entendieron que había que desaparecerla y crear otra fuerza no militar sino civil, democrática, joven, no politizada y acorde con los principios democráticos y de derechos humanos.
Pero, a finales del 2003, los militares “desmovilizados” tomaron las armas en contra del régimen lavalas de Jean-Bertrand Aristide en su segundo mandato presidencial. Se enfrentaron a muerte con los sicarios y partidarios armados de dicho régimen sumándose a un movimiento de protestas antilavalas llevado a cabo por diversos sectores sociales, entre ellos comerciantes, burgueses, intelectuales, partidos políticos de la oposición, universitarios, grupos sindicales, etc. Estos conflictos armados empujaron aún más a los Estados Unidos, Francia y Canadá, los tres tenores internacionales de la política haitiana, a obligar a Aristide a dejar el poder e ir al exilio el 29 de febrero del 2004.
Después de esta victoria sobre el destructor de las Fuerzas Armadas de Haití (FADH), los ex militares pensaron que la institución armada había vuelto a ser legitimada y absuelta por la sociedad (por lo menos una buena parte de ella) y la comunidad internacional y que, en consecuencia, iba a ser removilizada y restablecida pronto.
El gobierno de transición, sucesor del régimen de Aristide y dirigido por el presidente Boniface Alexandre y el primer ministro Gérard Latortue, luego de haber empezado con un programa mal hecho y corrupto “de reinserción económica y social de los ex militares”, respondió con mano dura que dejaba esta decisión en manos del gobierno y del parlamento que salieran electos del próximo escrutinio ; lo que causó enfrentamientos armados entre los cascos azules de la MINUSTAH y los ex militares en Petit-Goâve y en Puerto Príncipe (recordamos al periodista Robenson Laraque, una de las víctimas de estos enfrentamientos).
Pero René Préval, desde los primeros días de su elección como presidente, dejaba claro en sus declaraciones que no iba a reconstituir a las Fuerzas Armadas de Haití y que pensaba más bien crear una Gendarmería nacional que fuera más profesional (especializada en labores sociales y de desarrollo) y no politizada.
Estas declaraciones han provocado un debate en el país en que partidarios de la creación de la Gendarmería nacional sostienen que esta fuerza, heredada de la Ocupación Americana (1915 y 1934), ya había existido desde 1915 antes de convertirse por la ley promulgada en 1958 por el dictador François Duvalier en tres cuerpos : Guardia de Haití, Armada de Haití y Fuerzas Armadas de Haití. Según ellos, la Gendarmería podría llenar el vacío dejado por las Fuerzas Armadas de Haití con el mandato de velar por la seguridad pública (misión policial), participar en la defensa militar (misión militar) y colaborar con las autoridades civiles y militares de la nación en todos los niveles de la organización administrativa y militar del país (misión diversa).
Esta fuerza, mitad civil, mitad militar, colaboraría mejor por su carácter híbrido que las Fuerzas Armadas con la PNH para mantener la tranquilidad de los ciudadanos reforzando, según las necesidades de seguridad y de acuerdo a las demandas de autoridades públicas, las intervenciones de la policía en situaciones difíciles como secuestros, motines y guerrilla urbana y trabajando en labores de desarrollo (construcción de carreteras, por ejemplo), sobre todo, en zonas muy retiradas, en comunidades campesinas y fronterizas.
Sin embargo, otros sectores de la sociedad y, desde luego, los ex militares han reaccionado de manera negativa a las declaraciones del presidente electo desde la primera vuelta de las contiendas electorales del 7 de febrero del 2006. Consideran que las Fuerzas Armadas Nacionales existían desde mucho antes de la Independencia del país en 1804 : ellas lucharon en contra del Ejército francés y crearon Haití. Constituyen el símbolo fundador de la nación haitiana.
Además, tienen su base en la Constitución haitiana de 1987, la Carta magna aún vigente, que en su artículo 266 les atribuye no sólo la misión de defender el país de amenazas del exterior y controlar las fronteras terrestres, marítimas y aéreas, sino también de apoyar a la PNH en asuntos de seguridad interna, ayudar en casos de desastre natural y realizar labores sociales favorables al desarrollo económico y otras tareas de interés común. Las Fuerzas Armadas de Haití podrían disponer de un servicio de inteligencia capaz de ayudar a la PNH, rebasada por su volumen excesivo de trabajo e insuficiente en cantidad, a adoptar mejores técnicas y estrategias en la lucha contre los delincuentes.
Lo que hay que hacer es redefinir el rol de las Fuerzas Armadas de Haití, haciendo que la sociedad haitiana les ayude a adecuarse cada vez más a los principios de la democracia para así superar su pasado golpista y que la ley cree un marco que establezca reglamentos para obligarlas a mantener su carácter apolítico y democrático castigando golpes de estado (o su intento), agresiones injustificadas y otros abusos de poder y prácticas autoritarias.
Perspectivas
Es un paso importante para solucionar la problemática de la inseguridad en Haití el que sectores y autoridades de dicha sociedad empiecen a debatir sobre un asunto tan relevante para el país y que involucra su pasado, su presente y su futuro. Pero la seguridad es la pieza clave de una sociedad porque concierne a todos y todas y constituye el derecho fundamental que posibilita el gozo de los demás derechos y las libertades públicas.
Entonces, merece ser planteada por todas las fuerzas vivas de la nación y más allá de las emociones e intereses ideológicos, políticos, económicos ú otros. Se necesita elevar y ampliar el debate para que los poderes ejecutivo, legislativo y judicial tengan más argumentos y profundicen los puntos de vista encontrados (los pros y los contras) de la pluralidad de los sectores para tomar una decisión racional (por lo menos razonable), consensuada y a favor de Haití.
Armar pronto este rompecabezas en el diálogo racional, democrático e incluyente es el reto del actual Gobierno, ya que perpetuar el debate, hacerlo mal o tomar una decisión de manera autoritaria y unilateral crearía más conflictos sociales y armados y así mantendría al país en el círculo vicioso de la violencia y la inseguridad. ¡Una solución que empeoraría el problema ! [wel apr 27/10/2006 08:27]