Español English French Kwéyol

Agricultura y comercio mundial : Que viva la soberanía alimentaria

Declaración de La Ví­a Campesina

Documento retomado por AlterPresse el 31 de julio de 2006

¡La Ronda de Doha ha muerto! ¡Viva la Soberaní­a Alimentaria!

El fracaso de la OMC, reconocido de forma pública en Ginebra por Pascal Lamy es
una victoria para Ví­a Campesina, que se ha opuesto al libre
comercio de los productos agrí­colas desde su creación. ¡La
ronda de Doha ha muerto! Que viva la soberaní­a alimentaria.

Los acuerdos de Marrakech de 1994 han empeorado la crisis
económica que sufren las zonas rurales. La liberalización
de los mercados para los productos agrí­colas, la necesidad
de abrir las fronteras y la reducción de los aranceles han
introducido a los campesinos en un sistema global de
competencia sin lí­mites, donde los únicos que se benefician
son las multinacionales del agronegocio y sus accionistas.

El desplome de los precios de la mayorí­a de los productos
agrí­colas ha provocado la ruina de millones de pequeños
campesinos. Esta crisis ha provocado a su vez un éxodo
rural y un aumento exponencial de los flujos migratorios.
El desarrollo de un modelo agrario que se centra en el
beneficio a corto plazo ha aumentado el problema de la
deforestación, dando lugar a la concentración de tierras,
la erosión de los suelos, la destrucción de la
biodiversidad y la contaminación de las aguas. Esto ha sido
posible por la represión que se ha llevado a cabo contra
los movimientos sociales de muchos paí­ses.

Los pescadores tradicionales en enfrentan también a una
destrucción de los recursos pesqueros y marí­timos sin
precedente. En numerosas zonas del planeta, la pesca
industrial hizo daños considerables, dejando las redes de
los pescadores desesperadamente vací­as.

Al contrario de lo que prometí­a, el liberalismo no ha
garantizado el derecho a la alimentación, a pesar de que
aparece recogido en el Pacto de Derechos Económicos,
Sociales y Culturales de las Naciones Unidas. De todas
maneras, la OMC, no ha considerado nunca que combatir el
hambre formaba parte de sus objetivos. Hoy, más de 850
millones de personas pasan hambre de forma permanente, tres
cuartas partes de las cuales son campesinos, campesinos sin
tierra y trabajadores agrí­colas. Desafortunadamente, el
objetivo de 1996 de la FAO de reducir esta cifra a la mitad
(aún así­ insuficiente) no se verá cumplida. No podemos
aceptar esta situación, ya que no se trata de cifras que
sufren, pero de niños, mujeres y hombres que se mueren cada
dí­a en un mundo donde la producción alimentaria es
suficiente para cubrir las necesidades de todos.

La liberalización del mercado de los productos agrí­colas
debilita constantemente la economí­a de buena parte de las
familias campesinas y los paí­ses. í frica, que fue
presentada como la región que más debí­a beneficiarse de los
acuerdos de Marrakech, se ha visto defraudada. Los paí­ses
del Sahel que son forzados por el Banco Mundial a
desarrollar el cultivo del algodón para así­ pagar el peso
de la deuda que sufren, han visto como sus explotaciones se
hunden debido los subsidios de los paí­ses ricos como EE.UU.
Se han dedicado millones de hectáreas al cultivo intensivo
de la soja en Suramérica en perjuicio de los campesinos
locales y la producción alimentaria local. Argentina, que
en 1994 contaba con un 17% de su población por debajo del
umbral de la pobreza ha visto como esta cifra ha explotado.
Actualmente, el 40% de la población de este paí­s sufre de
hambre. Las importaciones han dejado de lado a las
agriculturas alimentarias de subsistencia de los paí­ses
africanos occidentales. Senegal importa ahora 500.000
toneladas de arroz de baja calidad y paí­ses como Filipinas,
que en 1994 eran auto suficientes, deben ahora importar un
millón de toneladas de cereales. Por su parte, Indonesia
vio una multiplicación por tres del valor de sus
importaciones de cereales entre 1994 y 2004: pasaron de 60
a 180 millones de dólares. Cientos de millares de
campesinos en India y China se trasladan en busca de los
hipotéticos puestos de empleo. Las enmiendas a sus
polí­ticas agrí­colas, hechas por la Unión Europea y los
EE.UU, han decepcionado a los pueblos, ya que no han
servido ni para limitar los subsidios de las importaciones
ni para que haya una distribución más justa en la
agricultura.

Bajo dominación de la OMC, era el conjunto de las
actividades humanas que estaban reducidas a mercancí­as -
como el agua, la salud, la educación, para citar la más
importantes - y vendidas a las multinacionales. Estas
privatizaciones tuvieron un impacto terrible en los
estratos sociales más desfavorecidos de la población. El
cinismo de estas polí­ticas causó conflictos muy duros,
como, por ejemplo, sobre el agua en Bolivia, que
permitieron la aparición de Gobiernos portadores de una
verdadera alternativa.

La arrogancia y la contención que han mostrado los poderes
económicos del norte, siempre preparados para contratar a
una pequeña élite de los dirigentes de los paí­ses
emergentes, han sido la verdadera causa del fracaso de la
OMC.

Desde 1995, La Ví­a Campesina lucha y denuncia estos
acuerdos de libre comercio. De Seattle a Doha, pasando por
Cancún y luego Hong Kong, La Ví­a Campesina manifestó en las
calles para oponerse a la OMC. Pascal Lamy ha reconocido
que la OMC pasa en estos momentos por un estado de
hibernación. Esperamos que se trate de un profundo coma que
lleve a una muerte rápida, ya que el liberalismo económico
es como un pulpo: la OMC es la cabeza y los acuerdos de
libre comercio son los tentáculos que mantienen
esclavizadas a naciones enteras. La Ví­a Campesina va por
supuesto proseguir y ampliar la lucha contra el liberalismo
poniendo todo su peso contra las decenas de acuerdo de
libre comercio que están negociados en el mundo. La Ví­a
Campesina jugara su papel en colaboración con las muchas
organizaciones de la sociedad civil par seguir la lucha
contra la liberalización del comercio.

En paralelo a su estrategia de lucha, Ví­a Campesina ha
desarrollado, junto a muchos otros aliados, una propuesta
alternativa para superar la crisis : la soberaní­a
alimentaria, que propone que haya una administración
internacional de los mercados agrí­colas que esté basada en
la concertación y la responsabilidad para garantizar
precios justos tanto a los productores como a los
consumidores. El derecho a la soberaní­a alimentaria depende
de la fuerza de la agricultura familiar y de un acceso
justo a los medios de producción como el suelo, el agua,
las semillas, la formación y los créditos. Esto supone
desarrollar un modelo de agricultura dirigido a la
autonomí­a alimentaria a nivel local, así­ como a la creación
de pequeños cí­rculos comerciales.

La quiebra de la OMC abre nuevas perspectivas para los
movimientos sociales. Con sus aliados, La Ví­a Campesina
organizará en Malí­, en el mes de febrero de 2007, el Foro
Mundial para la Soberaní­a Alimentaria. Este encuentro
ambicioso tendrá por objetivo por una parte, precisar
algunos aspectos de la soberaní­a alimentaria, y por otra
parte reflexionar sobre un plan de acción global que
permitirá hacer avanzar este nuevo derecho del los pueblos
tanto en los gobiernos como en las instancias de gobernanza
internacional.

La Ví­a Campesina

Ginebra, el 28 de julio 2006

Fuente : www.viacampesina.org