Informe del Servicio Jesuita a Refugiados y Migrantes
y Solidaridad Fronteriza
Enviado a AlterPresse el 6 de junio de 2005
Es difícil creer que en pleno siglo XXI, uno pueda aún presenciar actos de barbarie como las expulsiones masivas ocurridas en Ouanaminthe del 13 al 15 de mayo. Más allá de los conflictos históricos, los dos países, Haití y la República Dominicana, comparten una misma Isla y tejen relaciones de todo tipo: históricas, diplomáticas, económicas, políticas... Después de la era de los grandes dictadores dominicanos, Rafael Trujillo y Joaquín Balaguer, uno no se esperaba solamente una tregua o una convivencia pacífica, sino una colaboración estrecha entre los dos Estados y los dos pueblos para caminar juntos adelante.
Y sin embargo, ahí está lo que este fin de semana del 13 al 15 de mayo nos ofreció: un espectáculo “indignante y humillante†para los haitianos, los dominicanos y el mundo entero! Una marcha atrás en la historia y la civilización! Unas expulsiones masivas, inhumanas, basadas en criterios tan superficiales y rebasados, tal como el del color de la piel! Todo mundo estaba sorprendido de ver “camiones de gente, amontonada y llorando†desembarcar en la frontera, entre ellos unos ni hablaban el creol y otros no sabían nada de Haití. Pareciera que estábamos en otra época (el tercer decenio del siglo pasado) ya pasada y no podíamos creer en lo que veían nuestros propios ojos.
¿Y en Haití? Como siempre: un silencio total de parte del gobierno, la casi ausencia del Estado y la incomprensión de una gran parte de la sociedad! Nadie alcanzaba a entender que Haití se está convirtiendo en un país de migrantes, que lleguen a emigrar realmente o que estén en proceso de hacerlo. Haití no acoge a sus hijos y no les ofrece ninguna posibilidad para vivir con dignidad.
Cuando van al territorio dominicano, de los dos lados “el mal es infinito†: de la República Dominicana están expulsados y en Haití están rechazados. No son no de aquí ni de allá. No son aceptados por las dos sociedades, son víctimas de los dos países y son constantemente heridos en su dignidad en ese vaivén.